viernes, octubre 20, 2006

(IV) Tener un día…

…sin miedo. Piensa nada más despertarse, sonríe ante la luz que entra por su ventana, ha dejado de llover y aunque el tiempo sigue siendo gris, el sol se cuela lo suficiente para calentarle durante unos brevísimos segundos. Mira por la ventana y no reconoce nada, es cierto, se dice, nueva ciudad, nueva vida, tan clásico como una canción y tan real como la vida, como su vida.

Permanece el tiempo suficiente para pensar en lo que le ha llevado a este piso recién alquilado, a esta vida recién estrenada, mejor dicho, restaurada (quizá, piensa, lo apropiado sería decir en restauración). Una oferta de trabajo curiosamente inesperada, casi tanto como para cumplir el dicho: “Las cosas buenas llevan su tiempo, las cosas maravillosas ocurren de repente”. Demasiado perfecto, y no puede evitar temer que algo lo estropee.

Pero hoy no. Hoy es el día sin miedo, hoy se levanta sabiendo que algo ha cambiado en su interior. Fe o destino, sea lo que sea le impulsa con una fuerza que hacía mucho tiempo creyó haber perdido. Aunque madruga no siente sueño, aunque esta vez no hay nadie para conversar en el trayecto de metro se pregunta quien llegará a interrumpirle en su música despertador, le ilusiona pensar que esta vez tendrá algo que decir, y más aun, alguien que escuche. Alguien a quien escuchar.

Una brisa perfumada le devuelve al mundo real, un olor a paraíso proveniente de un ángel caído a la tierra, una vez más demasiado perfecto para ser real, pero aun siendo un sueño, confirma realmente la esperanza a la falta de miedo. Aun cuando el ángel desaparece, incluso sabiendo que probablemente no lo volverá a ver, no le importa, tiempo hay para renacer, y ahora tiene que procurarse un buen lugar para hacerlo.

Al cabo de un tiempo sabe que esto será rutina, pero no le asusta, esta vez la ha elegido para ser… ¿Cómo lo llama la gente? ¿Feliz?, no, no se puede decir en alto, dicen que así se estropea. Pero esta noche sus viejos compañeros de instituto, con los que comparte el piso, sus nuevos amigos con los que comparte el tiempo de risas sin sentido le llevan a conocer a sus nuevos vecinos. O lo que más le asusta, vecinas. Pero hoy es el día sin miedo.

Vuelve a casa, solo, pero no tanto, con una sonrisa con sabor a futuro y un sentimiento con sabor a excitación. No sabe que es lo que ha cambiado, pues todo sigue igual, pero esta vez él se dedicará a disfrutar el camino. No a tener miedo del mismo.

Nada puede estropearle la sensación de nueva libertad, nadie puede arrebatarle la sensación de la vieja alegría. Excepto Belén y un mensaje de texto.

Pero hoy es el día sin miedo, y como un viejo soldado espartano, su victoria consiste en apagar el móvil. Y alegrarse de saber que el miedo va a existir siempre, pero no dejar que te venza es un derecho.

Definitivamente es el día.