viernes, mayo 01, 2009

(VIII) La lluvia...

...cubría sus lagrimas. Había hecho tantas cosas mal. Dios, miraba hacia atrás y todo, visto desde fuera, parecía una sucesión inconexa de actos infantiles, inmaduros y desesperados. Se preguntaba como podía ser así, un día ser una de las personas más listas del mundo, y después, al segundo, darse cuenta de lo tonto que había sido.

Oh, no os confundáis, no lloraba de tristeza, lloraba de alegría. Jajaja, ¿no lo entendéis? él estaba seguro de sus intenciones, de sus motivaciones. No se arrepentía de nada de lo que había hecho (y menos de lo que NO había hecho), al revés, había crecido muchísimo, joder, era cien veces más fuerte que antes. Había mejorado, sí, pero no cambiado, se encantaba. Lloraba porque había sido tonto, sí, por preocuparse tanto de como se veía desde fuera, porque lo importante es como lo veía el desde dentro. Estaba tan seguro de si mismo que ni siquiera le importaba demostrárselo. Y lo peor es que la gente de fuera pensaba que lo estaba haciendo todo mal!

Supongo que eso te demuestra que en esta vida, la verdadera fuerza la sientes dentro de ti, cuando, si bien todo apunta a que has metido la pata, levantas la cabeza entre la lluvia, te secas las lagrimas y gritas: GRACIAS!

Y lo peor es que es entonces cuando el mundo sintió su temor hacia él, porque supo que no había un hombre más duro que aquel, pues nada podía dañarle, se había convertido en el hombre que estaba destinado a ser. Curiosamente ese mundo se sintió atraído de nuevo por su fuerza. Salvo que esta vez, él ya no sabía si quería ese mundo en su vida.

Sedatio et tranquilitas, como dijo el sabio, sonó en su cabeza. Tenia tanto tiempo...